Las 5 claves de una holocracia para organizaciones adaptativas
La holocracia es un marco de trabajo para que las organizaciones empoderen a sus integrantes y aprovechen las oportunidades de los nuevos contextos. En este artículo desarrollaremos 5 de las claves que le permiten hacerlo.
Vale la aclaración: la holocracia no es una herramienta de gestión de proyectos, sino un esquema amplio sobre cómo administrar en una organización de forma descentralizada, ordenada y eficiente que ya tiene experiencias probadas en Latinoamérica, como describimos aquí.
La holocracia se sostiene a partir de cinco claves:
Una estructura flexible
La búsqueda de autonomía y desarrollo personal
Un set de reglas
Sus dos tipos de reuniones: una táctica y otra de gobernanza
La tensión creativa.
Veamos una por una.
Holones para un organigrama adaptativo
La primera clave de la holocracia es que propone una estructura flexible y consciente de su naturaleza. La idea llevada a las organizaciones nació de la novela El espíritu de la máquina (1967) escrito por Arthur Koestler. Allí el autor ofrece el concepto de holón, como un todo que forma parte de un todo mayor. La conexión entre los holones es la holarquía.
Lo que diferencia a la holocracia de los modelos tradicionales es la apertura que imprime en una organización, tanto hacia adentro como hacia afuera. No puede existir sin sus integrantes y forma parte de una comunidad, una época, un mundo. Esta nueva perspectiva permite entender el trabajo de otra forma. Una menos finita.
Distinto a las jerarquías, donde un rol equivale a una persona, la holocracia ofrece aire y un marco donde se diseñen funciones y se designen integrantes o equipos en función de los objetivos, las capacidades y los deseos. El organigrama rígido y atado a formas geométricas queda en el pasado.
El resultado de este camino lleva a descentralizar ordenadamente para enfrentar distintos desafíos del contexto.
Autonomía y poder personal
Sigamos a la segunda clave de la holocracia: la autogestión. A diferencia de los modelos jerárquicos basados en un poder sobre algo o alguien, este marco de trabajo habilita el desarrollo personal.
En la holocracia las partes hacen al todo gracias a su autonomía. Es igual que en la naturaleza, donde el cerebro no le indica a cada célula del cuerpo qué debe hacer. Ocurre. Cada holón, cada integrante de una organización, debe sentir ese poder y responsabilidad.
Esta revelación no ocurre en las estructuras y prácticas tradicionales. Se necesita un nuevo set de reglas.
Un set de reglas
Cuando buena parte de los reglamentos antiguos están hechos para sancionar, la holocracia ofrece un set de reglas diseñadas para dar autonomía, no quitarla. Se proyectan desde la lógica de hacer, la iniciativa y la proactividad. Sin embargo, esto no es sinónimo de anarquía.
En términos filosóficos puede entenderse como la paradoja de alcanzar la libertad al conocer los límites. El tráfico es un buen ejemplo: hay pautas, pero cada cual conduce adonde quiere. O en el fútbol, donde la FIFA puso y pone las reglas, pero el modo de jugar no para de evolucionar.
En una organización que aplica holocracia las reglas o la Constitución invitan al involucramiento a través de al menos dos espacios vitales: las reuniones tácticas y de gobernanza.
Reunión táctica y reunión de gobernanza
La holocracia se sostiene a partir de dos tipos distintos de reuniones: una táctica y una de gobernanza.
Reunión táctica: busca sincronizar y remover los obstáculos para las acciones de los equipos. Es la reunión sobre el quehacer.
Reunión de gobernanza: Se trata del cómo, es decir, los acuerdos que deben construirse para que las acciones se realicen con efectividad.
La principal forma de diferenciar los dos tipos de reuniones es lo que sale de cada una. En las tácticas se comparte información, indicadores, y se solicitan nuevos proyectos o acciones. En las de gobernanza se definen procesos, políticas, roles y funciones que impactarán en la práctica cotidiana.
Por ejemplo: una empresa busca abrir una nueva sucursal. Esto será abordado por ambas reuniones. En la de gobernanza se definirá el propósito de esta iniciativa y qué roles, funciones y acuerdos de trabajo son necesarios para iniciar el proceso. En la táctica se establecerán las acciones o proyectos específicos acordados en la reunión de gobernanza.
Cada tipo de reunión tiene su abordaje y dinámica de diálogo. En las tácticas se trata de ser ejecutivo. En las de ordenanza de abrir la mente y pensar.
Es importante reconocerlas porque la tradición, ganada de años de modelos jerárquicos, suele mezclar ambas generando tapones productivos y conflictos en los equipos.
Conflicto versus tensión creativa
Al aplicar una estructura flexible, establecer reglas que alienten la autonomía y formar reuniones tácticas y de gobernanza, se empuja a la organización hacia otra de las claves de la holocracia: la tensión creativa.
La tensión creativa es la brecha entre lo que es y lo que puede ser. La perciben quienes integran la organización. Sin espacios, procesos o mindset se vuelven conflictos que atascan el funcionamiento y frustran a los equipos y los liderazgos.
El nuevo set de reglas estimula a que las personas identifiquen y procesen las tensiones sin la necesidad de subir en la escalera jerárquica, que como señalamos antes, deriva en cuellos de botellas y tareas sin realizar.
Dinámica holocrática
La intención de la holocracia es que las personas se vuelvan sensores de las prácticas, los objetivos y las formas de la organización. A partir de las reuniones, y demás espacios o canales que puedan crear, les permite cambiar en el presente lo que crean que mejore cada holón.
Esta disposición habilita transformaciones continuas, pequeños ajustes y conversaciones descentralizadas, pero ordenadas. Así no se depende de grandes y traumáticas reestructuraciones.
Con el ejercicio sostenido de la holocracia la organización llega a una edad donde sabe hacia donde ir, más allá de quienes la integran. Cualquier integrante tiene y es invitado a ofrecer ideas que cobran vida y fluyen hasta resolverse. Es el camino inverso a pretender controlar todo, incluido un presente que se nos escurre entre las manos.