Cuando el Cuidado se Vuelve Censura: El Lado B de la Seguridad Psicológica

Por qué tanta dulzura puede empalagar a una organización.

La seguridad psicológica es, sin dudas, uno de los grandes avances en la evolución de las organizaciones. Ya no estamos por suerte en los tiempos del jefe gritón que lideraba a fuerza de miedo y mails en mayúsculas. Hoy sabemos que un ambiente donde las personas pueden expresarse sin temor, aprender de los errores y aportar su mirada sin ser juzgadas, es tierra fértil para la innovación, el compromiso y el bienestar colectivo.

Pero como todo avance, llevado al extremo, puede volverse en contra. Y cuando la sensibilidad se convierte en hipersensibilidad, el cuidado puede transformarse en censura.

Un tipo de censura blanda, emocional, bien intencionada… pero igualmente paralizante.

Cuando la sensibilidad se convierte en silencio

En algunas organizaciones, el valor del respeto se ha convertido en un campo minado. Todo debe ser dicho con guantes de seda. Y si alguien plantea una idea incómoda, desafiante o simplemente poco alineada con el “tono emocional dominante”, es rápidamente desautorizado —no desde la argumentación, sino desde el “eso no es seguro para todos”.

Paradójicamente, cuanto más se intenta proteger a todos del malestar, más se empobrece el debate. Porque la verdadera diversidad no es solo de identidades visibles, sino también de ideas incómodas, marcos mentales distintos y formas de pensar que, naturalmente, friccionan entre sí. Y una cultura que solo permite expresar lo que no molesta, no es inclusiva: es obediente.
 

Diversidad real ≠ ausencia de tensión

Las organizaciones complejas requieren perfiles complementarios para operar con inteligencia. Esa complementariedad solo se activa si las diferencias pueden expresarse con claridad, y eso requiere tensión. No tensión destructiva, sino fricción intelectual bien gestionada, sin que eso derive en fricción relacional.

Este es uno de los grandes desafíos de las organizaciones que realmente apuestan por la diversidad: permitir que emerjan puntos de vista contradictorios, que las perspectivas se desafíen entre sí, que las ideas compitan sanamente… sin que eso se interprete como ataque personal.

Para que eso suceda, la seguridad psicológica no debe funcionar como escudo emocional, sino como un marco que permite atravesar las conversaciones difíciles. No se trata de evitar la incomodidad, sino de aprender a usarla como motor de crecimiento.Pero si el foco excesivo está en “no herir sensibilidades”, muchas diferencias ni siquiera llegan a expresarse. No porque no existan, sino porque no encuentran condiciones para manifestarse sin ser suavizadas, filtradas o reprimidas.

Y lo que no se expresa, no se integra.
Lo que no se tensiona, no se transforma.

Las organizaciones no son democracias (y está bien que no lo sean)

Otra confusión frecuente: pensar que para que una organización sea saludable, tiene que funcionar como una democracia directa. Spoiler: las organizaciones no son asambleas. Son redes de compromisos orientados a resultados, propósito y evolución.

Claro que la participación es valiosa —es clave para ampliar la mirada, nutrir el aprendizaje colectivo y generar sentido compartido—, pero no todo puede resolverse por consenso. Hay decisiones que requieren foco, visión, y a veces, incomodidad.

Una colaboración real no es una coreografía armónica constante. Es un espacio donde se negocia, se discrepa y se construye a partir de la diferencia. No hay creatividad sin tensión, ni adaptabilidad sin conflicto.

Y cuando la participación se convierte en una asamblea emocional permanente, lo que era horizontalidad se transforma en dispersión. Todos opinan. Nadie decide. Y el resultado es movimiento aparente, pero sin dirección.
 

Rehabilitando la jerarquía consciente

La estructura no es el enemigo. El problema es cómo la habitamos.

En la cruzada —justa, por momentos urgente— contra los liderazgos autoritarios, muchas culturas han demonizado toda forma de jerarquía. En algunos entornos, decir “estructura” o “autoridad” es casi una mala palabra, como si toda forma de liderazgo vertical fuese automáticamente opresiva o arcaica.

Pero hay una distinción que no podemos perder: la jerarquía no es el problema. El problema es el tipo de conciencia que la habita.

Las jerarquías tóxicas —aquellas basadas en la explotación, el egocentrismo o el paternalismo— efectivamente limitan el desarrollo. Infantilizan, silencian, encorsetan. Pero las jerarquías conscientes hacen exactamente lo contrario: asignan responsabilidad, sostienen la visión, habilitan el orden necesario para moverse en la complejidad y protegen a los equipos del caos emocional o del desgaste por ambigüedad.

En lugar de suprimir voces, las organizan y les dan cauce. En lugar de imponer, sostienen tensiones y orientan la energía hacia el propósito. Y en un entorno diverso y desafiante, esa capacidad no es un lujo: es una necesidad evolutiva.

Una jerarquía consciente no es una pirámide de mando. Es una red de funciones claras, de acuerdos dinámicos y de niveles de responsabilidad diferenciados que permiten que el sistema respire, coordine y actúe con inteligencia.

En equipos muy horizontales, la ausencia de liderazgo explícito no elimina el poder: lo vuelve opaco. Sin estructuras funcionales, surgen jerarquías informales más difíciles de cuestionar, donde el liderazgo opera desde lo simbólico, lo emocional o lo silencioso, sin rendición de cuentas.

En otras palabras: sin jerarquía explícita, no hay menos poder. Hay menos claridad.
Y sin claridad, no hay colaboración. Hay confusión amable.
 

Liderar no es controlar. Es sostener.

Un liderazgo que habita jerarquías conscientes no busca tener todas las respuestas, sino sostener las preguntas difíciles. No impone ideas, organiza la inteligencia colectiva. No busca ser popular, sino ser útil. Su rol es sostener dirección cuando hay ruido, proteger la conversación cuando hay tensión y mantener la cohesión cuando el conflicto amenaza con fragmentar.

En tiempos donde las emociones están cada vez más presentes —y eso es un gran avance—, necesitamos líderes que no se ahoguen en la emocionalidad del sistema, sino que puedan navegarla con madurez, sin reactividad ni sobreacomodación.
 

El desafío no es evitar el conflicto. Es madurarlo.

Una cultura organizacional realmente evolutiva no busca eliminar tensiones, sino aprender a habitarlas. La inclusión no se trata de protegernos de lo distinto, sino de hacernos más amplios para contenerlo. Y el liderazgo del futuro no será el más empático “de tono”, sino el más capaz de sostener el conflicto sin romper la cohesión.

La seguridad psicológica es fundamental, sí. Pero entendida no como una red de contención para emociones frágiles, sino como una base sólida desde la cual disentir, confrontar ideas y tensar perspectivas… sin romper el lazo humano que une al equipo.
 

En síntesis:

✔ Cuidar sí, pero sin censurar.
✔ Participar sí, pero sin asambleísmo crónico.
✔ Liderar sí, aunque implique incomodar.
✔ Fomentar seguridad sí, pero no a costa del pensamiento crítico.
✔ Cultivar diversidad sí, pero entendiendo que la diferencia real siempre genera tensión.
✔ Y jerarquizar sí, pero con conciencia, no con control.

Las organizaciones del futuro no serán más suaves.
Serán más sabias.
Y la sabiduría no consiste en eliminar el conflicto, sino en saber usarlo.

Andrés Silva Chaves

Conferencista internacional, consultor y facilitador de procesos de cambio e innovación en sistemas organizacionales. Autor del libro “Dónde está el líder. Equipazgo para activar la inteligencia colectiva”, publicado en el año 2022. Emprendedor, socio fundador de OKARA, ARCA y Pireka (El Mundo del Asado), también se desempeñó como miembro del Consejo Directivo de la Fundación Teletón de Paraguay y de la Asociación Sonidos de la Tierra. Integra el Equipo Nacional de Estrategia País (ENEP). Como especialista en Alta Dirección de Empresas Familiares, acompaña a familias empresarias en el desafío de profesionalizar e institucionalizar sus negocios. En su calidad de Director Consultivo coordina y acompaña Directorios de empresas de diferentes industrias. Es facilitador de procesos de Planificación Estratégica y de Talleres de EQUIPAZGO para el desarrollo de equipos de alto desempeño.

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